El embarazo y la lactancia son etapas de la vida en las que surgen muchas dudas acerca de la dieta. Durante estos periodos, incluso antes, hay muchos nutrientes que debemos de asegurar en la alimentación. Uno de ellos es el ácido fólico, sobre el que hoy os voy a hablar.
El folato pertenece a la familia de las vitaminas del grupo B, concretamente es la vitamina B9. Lo más correcto es llamar folato a la vitamina presente en los alimentos y ácido fólico a la vitamina utilizada para enriquecer alimentos o para elaborar los complementos dietéticos.
Las principales fuentes dietéticas de folato son los alimentos de origen vegetal y si tomamos una alimentación variada en vegetales y consumimos éstos de forma diaria, tendremos la ingesta necesaria de esta vitamina. Sin embargo, el embarazo es una excepción debido a que las necesidades de esta vitamina aumentan durante la gestación porque el folato contribuye al crecimiento del tejido maternal y previene los defectos del tubo neural, unos trastornos graves que afectan al sistema nervioso del feto, como es el caso de la espina bífida y la anencefalia.
La suplementación con ácido fólico es muy importante desde el momento en el que una mujer decide que quiere ser mamá ya que se ha demostrado que con este suplemento es mucho menos probable que el feto tenga problemas en su tubo neural. Además, la alimentación de la futura mamá debe basarse en una dieta rica en folato, entre otros nutrientes esenciales para esta etapa.
Se aconseja consumir a diario un suplemento que contenga 400 microgramos de ácido fólico durante un mes antes de la concepción, y mantener esta cantidad hasta tres meses después de haberse producido ésta, junto con una dieta adecuada para este momento, en la que no deben faltar las hortalizas de hoja verde, legumbres y frutos secos, entre otros alimentos.
Es muy importante tomar la cantidad necesaria de este nutriente pero sin llegar a excederse, ya que tampoco sería bueno para la mamá y el feto.